Maeztu hizo un poco el Spengler cuando tituló en español esta obra. En inglés era Libertad, autoridad y función a la luz de la guerra, pero La crisis del humanismo es mucho más comercial, claro, igual que es más comercial La decadencia de Occidente que Ensayos de morfología de la historia universal, que se quedó en subtítulo. Bien, el hecho es que Maeztu parte, en efecto, del Renacimiento, lo que es decir del humanismo, para desarrollar sus teorías. El hombre del Renacimiento hizo, dice, muchas cosas buenas, sin duda, pero eso le llevó a pensar que si hacía cosas buenas era porque él era bueno. Obras buenas, hombre bueno, error fundacional de toda una época que aún arrastramos (aún es 1919, fecha de publicación de la obra). Esta idea llevó por un lado al individualismo liberal y por otro a las concepciones autoritarias del poder: la libertad como valor fundamental, según Stuart Mill, y la idolatría del Estado tal como aparece, entre otros, en Hegel. Y es el fundamento de los derechos del hombre, los de la Revolución, claro.
Hoy Maeztu
resultaría sumamente impolítico, puesto que una de sus ideas fundamentales
(desarrolla muchas en este tomo de tamaño medio) es que el hombre no tiene
derechos más que en cuanto funcionario,
es decir, en cuanto que ejerce una función dentro de la sociedad. Lo que uno
tiene son deberes hacia esa sociedad. (No dejo de pensar en lo peligroso,
aparte de impolítico, de esta postura, ya que nos quedaríamos, hoy, sin fundar
el derecho a la vida del no nacido, por ejemplo; ya se ve que en aquellos años
el aborto era algo cuya perversidad ni siquiera se discutía). El subjetivismo
que está en la base de los derechos humanos habría de ceder paso a un objetivismo
que prime a las cosas sobre los hombres: idea que así, al pronto, parece difícil
de digerir, hasta que caes en la cuenta de que las cosas son los valores:
verdad, belleza… (hace una breve lista pero no los recuerdo todos, salvo que
incluye, sorprendentemente, el poder como valor). ¿Y la inteligencia y la
voluntad humana han de subordinarse a esos valores, que son, en efecto, cosas?
Sí, si caes en que la síntesis de todos esos valores es Dios. Max Scheler está ahí, quizá, aunque Maeztu no lo menciona nunca (es el
prologuista, Pedro Carlos González
Cuevas, quien señala el ascendiente de Scheler
en el pensamiento de la época).
Hasta cierto punto, lo que defiende Maeztu es volver al modelo medieval, en concreto al sistema
gremial, que contrarrestaría lo que él llama horrores del capitalismo. Curiosamente, y frente a la costumbre de
unir lo romántico a lo medieval, Maeztu entiende el romanticismo como ligado a
ese individualismo y ese autoritarismo que está repudiando, oponiendo a él un clasicismo cristiano. Esto, junto a
algunos rasgos de su estilo, no deja de recordarme a José Antonio, que debió de conocer bastante bien la obra de don
Ramiro.
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