acerca de por qué el varón solía legislar a su favor.
A la sociedad natural de hombre y mujer le incumbe la
preservación de la especie. Si esa unión presocial –antisocial a veces—no puede
dejar de ser asociación puesto que un mínimum de connivencias tiene que haber
entre los asociados, es evidente que la honestidad respecto al capital común es
la primera base. Esto es lo que legisló el hombre desde el principio de los
siglos, por la sencilla razón de que en cuanto a fidelidad en la administración
era el hombre el que se encontraba en inferioridad de situación, el hombre es
el que podía ser estafado; la mujer, no.
Rosa Chacel, "La mujer en el siglo XX.
Comentario a un libro histórico". En Tiempo de historia, nº 67,
1980.
Por supuesto, cuando esa sociedad natural importa tanto como para ser pisoteada sin piedad, el hombre puede jugar a que repara viejas
injusticias, con legislaciones igualitarias o positivamente
discriminatorias.