Que nadie se engañe: el PP no tiene el menor deseo de sacar
adelante su proyecto de ley de defensa del no nacido y por tanto de tumbar la
actual ley del aborto. Todas las disidencias surgidas en su propio seno le han
venido al ministro y a la dirección del partido como agua de mayo y no hace
falta ser un conspiranoico para pensar que estaban preparadas de antemano, para
crear ambiente de falta de oportunidad. Tal cúmulo de disidencias, encima de
personas consideradas normales y sin historial proabortista, es sencillamente
insólito en unas instituciones tan disciplinadas como los partidos políticos.
¿Por qué se ha metido el PP en ese lío?, preguntaba, con
auténtica perplejidad, Carlos Herrera (hay que llamarlos por su nombre y no por
el oficio, "decía un locutor de radio" y tal). Sí, ¿para qué meterse
en líos? Qué importan las vidas de los que no se manifiestan? Con lo que tienes
encima, e ir a preocuparte por unos seres humanos que no corean ripios
estúpidos ni queman contenedores, y mucho menos reclaman soberanías.
Pues hombre, yo te lo digo: hay que cuidar todos los
frentes. Convenía dar un caramelo a esos pejigueras de Atapuerca que paren
monstruos y adoptan chinitos. No es rentable exasperar a gente que tiene la
costumbre de utilizar todos los recursos legales para hacerse oír y que suelen
votar PP. Ahora, una cosa es una cosa y otra muy distinta jugarse el prestigio
de partido moderno y progresista que tanto nos está costando afianzar.
Así nos consideran, señores: unas almas cándidas a las que
es fácil apaciguar con un caramelito. Así el niño se calla por un momento y
mañana ya se verá.
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