Cuando el objetivo es la vida terrena de los
hombres, cuando nos referimos a bienes terrenos, a intereses terrestres, a tal
o cual idea del bien común terrenal y a las vías y medios de realizarlo, es
normal romper aquella unanimidad cuya raíz es de orden supratemporal, es normal
que en la ciudad se encuentren divididos cristianos que comulgan en el mismo
templo. Sería contrario a la naturaleza de las cosas -y por ello bien
peligroso- reclamar en este plano una unión de los católicos que en él sólo
podría ser artificial y obtenida por materialización política de las energías
religiosas (lo que se ha visto demasiado frecuentemente en "partidos católicos"
como el Centrum [sic] alemán) o por debilitamiento de las energías sociales y
políticas del cristiano, vale decir, por una especie de huida a los principios
generales.
(En Humanismo integral)
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