15 enero 2013

Agricultores, tejedores, provocadores.

Leído en el reverso de una hoja del Calendario del Corazón de Jesús:

...más que impartir y exigir la memorización de conocimientos muertos, [el buen educador] es capaz de despertar en sus alumnos el hambre de aprender, de descubrir, de estar en búsqueda permanente del saber  [...] Por ello, el verdadero educador es un agricultor de palabras, un tejedor de expresiones, un provocador de la creatividad y de la fantasía. 

A este tío le oye Marchesi y le ficha rápido. Emociona ver el alto concepto en que nos tienen algunos que no se dedican a esta labor. Me recuerda a aquel barbero quevediano, que decía ser tundidor de mejillas y sastre de barbas. Pero es cierto, hace tiempo que, por decreto, ejercemos de agricultores, tejedores, provocadores (más bien objeto de provocación) y algunas cosas más; y que, por supuesto, abominamos de "exigir la memorización de conocimientos muertos" (es llamativo, también, el aprecio que tienen estos admiradores nuestros por la tradición y por la cultura). Llevo veintitantos años oyendo esta música y cada vez la soporta menos mi organismo. El resultado de esta transfiguración se expresa cada año en números contantes. Pero claro, qué saben estos sociólogos, tan cuadriculados, de cultivar palabras, tejer expresiones y provocar fantasías...

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