Este es, en parte, un libro de circunstancias, que trata de poner las cosas en su sitio después de que Santiago Carrillo, en un homenaje a su persona, hablara de buenos y malos en la guerra civil, siendo, por supuesto, los buenos los republicanos o rojos. Esparza aprovecha también otra ocurrencia de Carrillo, cuando dijo que el personaje que le había inspirado para lanzarse a la aventura revolucionaria fue el niño Gavroche, que aparece, creo, en Los miserables de Víctor Hugo. Esto le sirve al autor como una especie de recurso literario, pues el libro está escrito en tono de divulgación y con buen arte expositivo-narrativo.
Es, en efecto, una especie de biografía negra, que resalta los procedimientos totalitarios que empleó Carrillo en su lucha contra el adversario político... y contra sus rivales del mismo bando e incluso del mismo PCE. Pues, de hecho, como el mismo Esparza no cesa de poner de relieve, los métodos de Carrillo no son otros que los del comunismo internacional. No se trata de sacar a la luz los vicios del personaje, sino de mostrar su sintonía con una ideología que lleva el crimen y la destrucción en su misma entraña.
En un libro que no revela nada nuevo, sino que sintetiza fuentes en gran parte comunistas (Líster, Gregorio Morán, Jorge Semprún), lo que más me ha sorprendido es el extremo de humillación al que llegaron los militantes represaliados, con sus actos de contrición ante el comité central, en línea también con lo sucedido en el PCUS durante tantos años.
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