Lo que uno más suele recordar de la historia de d´Artagnan y sus tres compañeros es la famosa aventura de los herretes de la reina. Y, sin embargo, ese episodio ocupa sólo una escasa primera parte dentro de la historia. La segunda parte, de extensión similar a la primera, está ocupada casi íntegramente por el personaje de Milady de Winter, como confirmando que el mal es más interesante que el bien, como suelen repetir los que tienen del bien una idea demasiado simple. Y, si es así, Dumas ha perdido una excelente oportunidad: porque la maldad de Milady es demasiado esquemática, es demasiado unilateralmente mala, es (como suelen repetir sus adversarios) un auténtico demonio. Claro está que Dumas no pretendía hacer un retrato humano, sino crear un blanco para las iras del lector. Sin embargo, hay que admirar la minuciosidad con que va trazando el plan de seducción del teniente Felton, algo inverosímil por otra parte. Esta segunda sección de la novela sirve también de cancha para que el novelista ensaye sus fintas con el relato gótico, y ahí está la figura del verdugo de Lille, el bueno con figura de bestia, la antítesis de Milady.
Pero creo que los dos personajes más atractivos del relato son el mosquetero Athos y el cardenal Richelieu. Imagen el primero del hombre desesperado pero digno, y el segundo figura de una complejidad apenas esbozada pero visible.
Nota redactada en agosto del 2002.