12 abril 2007

Las raíces del romanticismo

De la imprecisión de los términos empleados en las ciencias humanas, quizá no haya ejemplo más claro y más típico que el del término romanticismo y sus derivados, romántico, etc. Ya sabemos la degeneración última a que en la lengua común ha derivado el concepto. Pero no nos referimos ahora a esto, sino a la significación que historiadores, artistas, críticos, etc. le dan. De esta dificultad parte sir Isaiah Berlin para, en una serie de seis conferencias editadas ahora por Henry Hardy, tratar de encontrar las claves definitorias de lo que es romántico. Y me parece que el intento se ha visto coronado por el éxito. Al menos, la fuerza de conviccción de las palabras de Berlin es grande, y se ven sostenidas además por una nitidez de estilo que deja admirado. Cuando leemos (al final, fieles a nuestra costumbre) en el prólogo de Hardy que se trata de conferencias, no podemos por menos de concluir que estamos ante un conferenciante delicioso. Pero, en suma, ¿cuáles son esas raíces, o esas claves del romanticismo? Tras una exposición, insisto, de gran amenidad, sir Isaiah Berlin llega a la conclusión de que son fundamentalmente dos, interactivas: la concepción del hombre como una voluntad implacable a la que no se le puede coartar con reglas o normas, y la idea de que en el mundo no hay una composición, una estructura que le sea posible desentrañar al hombre. Herder y Kant habrían sido los grandes responsables de esta revolución de la que aún vivimos consecuencias.

Nota redactada en diciembre de 2001.

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