21 abril 2007

Anillos para una dama

Es claro que Antonio Gala no ha querido hacer una recreación medieval: las indicaciones sobre el atuendo así lo atestiguan. Por el contrario, Gala ha metido en el pellejo de Jimena Díaz a una mujer de nuestro tiempo, a una mujer de Carmen Martín Gaite, podríamos decir. Tiene su interés, pero no puedo dejar de pensar que lo realmente interesante sería hacer lo contrario, colocar a una mujer medieval en circunstancias actuales. No sólo porque estaría menos visto sino porque contribuiría a aclarar algunas cosas. Normalmente tendemos a pensar que si una mujer de la Edad Media, como los Visitantes, recalara en nuestros días, exultaría de felicidad por la libertad de que gozan las mujeres, lejos de la sumisión total al marido, etc. Pero vale la pena planteárselo de otro modo: ¿qué echaría de menos? A la Jimena de Antonio Gala la oprime la historia, la política, la servidumbre de la realeza. Si Jimena viviera hoy, es posible que se asustara del desierto moral que la circundaba: ¿dónde ha ido a parar la fidelidad? ¿Qué ha sido de la entrega, de la abnegación? La Jimena de Gala quiere reivindicarse a sí misma, antes que a la esposa y a la madre. La Jimena auténtica, quizá, no vería otro modo de encontrar a la mujer que a través de la esposa y la madre. No me resulta simpática esta Jimena existencialista, con un ego superlativo. No es de la mujer del Cid de quien esperaríamos un discurso del tipo "quién podría decirme por qué vivimos y por qué sufrimos". Creo que la mujer del Cid lo sabía.


Nota redactada en septiembre del 2001.

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