Lope nos cuenta el mito de Apolo y Dafne con su característico desenfado, con dioses que son personajes de Alicia, ninfas que son mozas de entremés e incluso un gracioso, el pastor Bato, con sus miedos y sus zumbas (gran texto el suyo, por cierto). Apolo (aquí Febo) mata a la serpiente Fitón (sic) y despierta la envidia de Cupido, mientras que Dafne se empeña en seguir los pasos virginales de Diana, lo que enfada mucho a Venus, que aliada con su hijo trama la venganza que conocemos: flecha de desamor para Dafne, flecha de amor para Febo y metamorfosis en laurel de la ninfa. La vis cómica de Lope alcanza su cenit aquí:
Arrojo el roble, y
desde hoy
quiero de ti
coronarme:
desta rama haré a
mi frente…
DAFNE
¡Ay!
FEBO
Perdona…
Pero la fábula de Apolo y Dafne ocupa solo la mitad de la
comedia. Es el caso [destripe] que Diana quiere
vengarse de Cupido y hace al propio Amor enamorarse perdidamente de la ninfa
Sirena (de ahí el título, claro), la cual vacila (otro punto cómico) entre el
dios y el hombre en quien tenía puestos los ojos, el pastor Alcino. Pero
Júpiter (deus ex machina, una vez
más) arregla no solo ese matrimonio sino también el de Bato, mientras Cupido
queda rumiando venganza… [fin del destripe]
Maravillosos versos, sobre todo las décimas, como las que
suelta, encadenadas, Cupido al final de la obra; no en vano las décimas, decía Lope, “son buenas para quejas”. Y redondas
sentencias, de las que dejaré aquí apuntadas algunas.
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