Vemos sucederse episodios como el discurso de Arias Navarro el 12 de febrero (el del
famoso “espíritu”), el caso Añoveros
(obispo al que se podría aplicar ese calificativo grosero, muy utilizado hoy, derivado
del verbo tocar), el artículo de Girón
llamando a cerrar filas contra el cambio (el gironazo), el atentado de la calle del Correo, la asunción interina
de la jefatura del Estado por Juan
Carlos o la amenaza de Marruecos al Sahara, junto a otros sucesos más
chuscos, que el autor, que escribe aquí mejor que en otros libros que le
conozco, utiliza como salsilla.
De la Cierva, que
parte en buena medida de sus propios recuerdos como cargo destacado en el
ministerio de Información y Turismo, concede protagonismo en su relato a
aquellas personas a las que conoció más de cerca, como el ministro Pío Cabanillas, que acabó destituido
por demasiado aperturista; o el médico de Franco,
Vicente Gil, más bien cercano al búnker,
que gozaba de la ventaja que puede suponerse a la hora de influir en el
Caudillo. El título habla de la importancia que concede al autor a la jerarquía
eclesiástica en la transición, y en concreto al cardenal arzobispo de Madrid,
bestia negra, ciertamente, para los del búnker. Pero en este volumen no pasa de
protagonizar, pasivamente, esas amenazas que no pasaron de ripios.
__