05 noviembre 2023

Tarancón al paredón

Forma parte de una colección que lanzó Ricardo de la Cierva allá por los 90, titulada “Episodios históricos de España”. No son novela, como los de don Benito, sino divulgación histórica. Este se dedica al año 1974, un año decisivo, como recalca el autor, porque en él se jugaba el destino del régimen y de España, por supuesto. La partida era entre el llamado búnker y los llamados aperturistas. Aquéllos, partidarios de continuar con el Estado de las Leyes Fundamentales; estos, trabajando para mover las cosas de modo que acabáramos pareciéndonos a una democracia estilo occidental. Franco, por la edad y la enfermedad, era cada vez más una sombra de sí mismo. El asesinato de Carrero, además, le había dado, si no la puntilla, el rejón de muerte. Estas luchas políticas hacen que en España nadie haga demasiado caso a la crisis internacional desatada por el asunto del petróleo el año anterior.

Vemos sucederse episodios como el discurso de Arias Navarro el 12 de febrero (el del famoso “espíritu”), el caso Añoveros (obispo al que se podría aplicar ese calificativo grosero, muy utilizado hoy, derivado del verbo tocar), el artículo de Girón llamando a cerrar filas contra el cambio (el gironazo), el atentado de la calle del Correo, la asunción interina de la jefatura del Estado por Juan Carlos o la amenaza de Marruecos al Sahara, junto a otros sucesos más chuscos, que el autor, que escribe aquí mejor que en otros libros que le conozco, utiliza como salsilla.

De la Cierva, que parte en buena medida de sus propios recuerdos como cargo destacado en el ministerio de Información y Turismo, concede protagonismo en su relato a aquellas personas a las que conoció más de cerca, como el ministro Pío Cabanillas, que acabó destituido por demasiado aperturista; o el médico de Franco, Vicente Gil, más bien cercano al búnker, que gozaba de la ventaja que puede suponerse a la hora de influir en el Caudillo. El título habla de la importancia que concede al autor a la jerarquía eclesiástica en la transición, y en concreto al cardenal arzobispo de Madrid, bestia negra, ciertamente, para los del búnker. Pero en este volumen no pasa de protagonizar, pasivamente, esas amenazas que no pasaron de ripios.

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