Desde luego, el drama pide parodia desde el minuto uno, como
hoy dicen. Ha de haber maneras más inteligentes, creo, de plantear el problema
de la identidad, si es que es un problema desde el punto de vista filosófico, que
no lo sé. Si La ternura del hombreinvisible me pareció un exceso, este disparate de Unamuno, que sin duda conoció Carlos
Rojas y está en la base de su novela, roza peligrosamente el diálogo de
besugos, pero sin la gracia de los de Armando
Matías Guiu ni de las comedias de Jardiel.
Y si soy un ignorante por decir que Unamuno
escribía disparates, pues sea.
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