En mi casa solía utilizarse un dicho para expresar que te daban igual las habladurías: “si dicen que dizan, mientras no hazan…” En Yo, el supremo, de Augusto Roa Bastos, que a pesar de su volumen emplea una expresión bastante lacónica, me encuentro con otro menos tosco y muy sabio: “Digan, que de Dios dijeron”.