No consigo que me interese La vida sale al encuentro, de José Luis Martín Vigil, así que la abandono al final del libro primero, con la intención, como de costumbre, de apurar el segundo algún otro día de estos. Lo cierto es que las inquietudes de este chaval de buena familia que estudia en los jesuitas podrían ser recogidas en el diario de cualquier chico real de su momento y edad: inquietudes de tipo religioso, escolar, o sobre el futuro profesional… También de orden amoroso, aunque él deje este asunto bastante en sordina, como indigno de un chico responsable. El propósito edificante está claro, y no faltan los sabios consejos del director espiritual del mozo, que son quizá lo más enjundioso. El envoltorio de los trabajos y días en el colegio y en casa, los diálogos con hermanos, padres y amigos, no superan el vuelo rasante, aunque a los lectores de la época debió de parecerles otra cosa. Imagino que se utilizó mucho como premio a los alumnos de buenas notas en los colegios de la Compañía, sustituyendo a las Veladas de San Petersburgo de De Maistre…