24 enero 2023

Feria

He de reconocer que lo que más me ha divertido de este libro es ver escrita la muletilla “¡te paece que…!”, que solía usar José Mota (la autora también es manchega). Bueno, eso junto al placer de ver a alguien que viene de familia rojeras reflexionar con tanta sensatez. Ya me lo habían anunciado en Aceprensa y en otros lugares, y por eso cogí el libro, claro. Es una especie de memorias familiares, por parte de la hija de unos feriantes, con lo que hay también el atractivo añadido de contemplar ese tipo de vida, del que los clientes solo vemos la parte más superficial. Ana Iris Simón no rompe con nada, estamos ante lo más alejado de un ajuste de cuentas. Simplemente piensa y llega a la conclusión de que los modelos de vida que le están proponiendo por ahí dejan mucho que desear.

La muerte, sin ir más lejos, enseña mucho. A su padre, cuando muere la abuela (su madre) le da por quedarse a velarla por la noche: “Se había olvidado de que éramos ateos de la pena y de los nervios”. Queda meridianamente claro que el abandono de la religión no es fruto de una reflexión consciente, sino de una vida que fue poco a poco abandonando la práctica religiosa. Es fácil ver, para quien piense con serenidad, que la religión cristiana es mucho más racional que las chatas ideologías que tratan de imponer hogaño. Lo mejor del libro, de hecho, es esa apuesta por la familia y por la diversidad entre hombre y mujer que está en su base:

…que nuestros padres no podrían ser jamás llamados hombres deconstruidos, pero que cocinaban y limpiaban y trabajaban y cuidaban más y mejor y tenían las cosas más claras que los niños disgenésicos que salían en el Tinder.

Y alguna otra perla que traeré en días sucesivos. Por cierto, algo que me incomodó un tanto fue comprobar que cuando se refería a “sus padres” se trataba de mi generación, porque inconscientemente tendía yo a pensar en los míos, cuya generación es ya la de los abuelos de ella. En fin. No me resisto tampoco a reproducir este diagnóstico inmisericorde:

…un mundo que se parece cada vez más a una competición de plañideras.

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