Ciudadanos se está revelando como la alternativa
racional a Podemos dentro de las alternativas a la famosa casta.
Personalmente prefiero la casta, con sus mentiras y sus golfadas, a un tipo que
se ha promocionado in puribus con las manos sobre la tríada capitolina,
circunstancia que acaban de recordarnos en un libro firmado por varios autores
que constituyen, supongo, el coro intelectual del aplauso a este fenómeno
emergente. Y no dudo que Albert Rivera pueda ser un político
honrado ni que suponga un poco de aire fresco en Cataluña, donde sólo un PP
cada vez más desacreditado levantaba la bandera de España. Pero hay aduanas que
soy incapaz de derribar, llámenme lo que me llamen los politicorrectos.
Eso por no hablar de la otra gran figura del movimiento, ese
Arcadi Espada que en memorable ocasión negó el derecho a la vida a los
monstruos, es decir, todos aquellos, supongo, más feos o más discapacitados que
él mismo (hagamos votos porque nunca sean Daniel Craig o Monica
Bellucci los encargados de poner el listón). Si voy a cuentas, acabo
encontrando más gente presentable en el seno de la casta que fuera de ella.
Cosa que me aterra pensando en el día de la papeleta.
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