Horror: según fuentes del Laico Oficio, el treinta por
ciento (o así) de los jóvenes españoles, si bien reprueban la violencia de
género, no rechazan del todo el control sobre la pareja.
Lo que me pregunto es qué será eso del control:
¿llevarla atada, como en el chiste del collar? ¿Cronometrar sus salidas?
¿Exigir el derecho a saber dónde se encuentra en cada momento?
Por lo que oigo, control puede ser cualquiera de esas cosas
y más. Mucho me temo que estos jóvenes, a pesar de la doctrina impartida en los
centros de enseñanza, siguen tomando como modelo de vida en pareja esa
cosa arcaica llamada matrimonio: una especie de pacto en que ambos contrayentes
declaran pertenecerse el uno al otro, con derecho por tanto a pedirse cuentas
sobre el cumplimiento de dicho pacto.
El Laico Oficio, sin embargo, parte de un ideal de pareja
que se corresponde con lo que Aristóteles llamaba amistad por placer, la
Real Academia Española amancebamiento, el vulgo apaño y la
moderna pastoral unión irregular. Y tiene como misión convencernos de
que a ese ideal debe acomodarse toda convivencia semejante, por más que uno
quiera legalizarla como matrimonio o lo que fuere: cada uno a su aire y cuidándose
muy bien de inmiscuirse en lo del otro, "fuera del breve tiempo en que son
aparejados a deleite", como diría Sempronio.
Debe de ser divertido oírles explicar por qué la famosa violencia
de género se da mucho más en las uniones irregulares que en las
sometidas a control.
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