George Eliot (Mary Ann Evans) termina su novelón Middlemarch
con un elogio de la protagonista y un toque moral tan elegante y contenido como
el resto de la obra.
Su espíritu delicado aún dio sus delicados frutos, aunque no
fueron ampliamente divulgados. Su íntegro carácter, como el río del cual Ciro
tomaba su fuerza, se ramificó en pequeños canales, que no llegaron a tener
nombre sobre la tierra. Pero el efecto que ejerció sobre aquellos que la
rodearon fue incalculablemente extenso, pues la expansión de la bondad sobre el
mundo depende en parte de actos no históricos, y el hecho de que las cosas no
sean tan malas para ti y para mí como podrían haber sido, se debe en gran parte
a un número de personas que vivieron con gran fe una vida desconocida y que
descansan en tumbas no visitadas.
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