Los relatos evangélicos han tenido más interpretaciones en
las artes plásticas y en la música que en la literatura, y es una pena, porque
sería enriquecedor comparar los diferentes acercamientos literarios a aquellos
hechos igual que uno compara las visiones del Greco, Leonardo o Velázquez,
por ejemplo. Tal vez esta reflexión me la sugiera el hecho de que Gabriel Miró
ha realizado algo muy parecido a la pintura en estos... cuadros, en efecto, ya
que malamente puede hablarse de relatos y menos de novela. Pero los Herodes,
Judas, Caifás, Barrabás, samaritana, etc. que pueblan estas páginas tienen
mucho también de las figuras reflexivas y muy siglo XX de Pasolini en su
Evangelio según san Mateo.
Hay una diferencia, y es que las figuras de Gabriel Miró
se hallan enmarcadas en ese paisaje exuberante y arrebatador en su sensualidad
que es la marca del autor. Pero es posible que este paisaje tenga su papel en
el parecido con Pasolini, porque comunica a los personajes una languidez
que les hace parecer inactivos, eternizados en su particular papel de la
historia sagrada, como si ya lo conocieran y lo estuviesen revisitando. El
paisaje, el paisaje está por todas partes y te abraza hasta el agobio. Son
páginas densas, como todas las de Miró, densas de colores, perfumes y
rumores. Sí, Miró es excesivo en ese aspecto, dificulta el avance,
aunque no puedes dejar de admirar mientras braceas en medio de esa profusión. Y
a veces quedas, como el otro, "mudo, absorto y de rodillas", como en
la descripción de Herodías, en el pasaje que comienza "Enloqueció de celos
de todos, menos del esposo". Uno puede quedarse años releyéndolo, como el
monje que contemplaba el cielo en la cantiga alfonsina.
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