Ya que he dejado claro lo que opino del PP y su chalaneo con
cuestiones fundamentales, tengo que hablar ahora de otra especie: los
resabiados, los del ya os lo dije, los del hay que ver cuánto canelo que va a
misa, es decir, los mismos del no eres católico si votas PP y mucho menos si no
rompes el carné.
Vamos a ver: yo podría (condicional simple) votar al PP
sabiendo que no moverá un dedo por la vida porque lo que no voy a solucionar
con mi voto es la cuestión del aborto. La sociedad española ha llegado a un
punto en que en dicha cuestión hay dos opiniones mayoritarias: una, la de los
que promueven el aborto por las razones que sean; dos, los del y yo qué sé; o
sea, los que carecen de convicciones en esto y en todo, porque se les ha
educado en el escepticismo, en el qué es la verdad.
En el PP predomina esta última tendencia, porque el PP no es
una isla en la sociedad española, sino que es una muestra de ella. Así las
cosas, yo podría votarles, insisto, porque con mi voto no voy a cambiar España
de arriba abajo; sé lo PI que es citar a José Antonio, pero bueno: "en
estas elecciones votad lo que os parezca menos malo; pero no saldrá de ahí
nuestra España", decía el de Estella. Pero tampoco se trata de elegir lo
menos malo, sino de elegir el mejor gestor, sabiendo que lo otro es batalla
ganada pero que se librará por otros medios y que tal vez no vivamos para ver
la victoria.
Para castigar su progresismo de imitación, no voté PP en las
europeas. No lo votaré en las próximas generales por su falta de respeto al
electorado y su comercio rastrero con cosas sagradas. Pero, a estas alturas de
la película, enrocarse en una actitud de inhibición política como la que supone
dar el voto a formaciones testimoniales sería correr el riesgo de abocarnos a
un nuevo non expedit. Por eso no pienso escupir sobre los ministros
católicos que no dimitan ni señalar a nadie como réprobo por tener carné de ese
partido.
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