... tomemos como ejemplo El final de Alicia, una novela de
1996 escrita desde la perspectiva de un hombre con deseos sexuales desviados al
que le gusta violar a niñas pequeñas. La autora, A. M. Homes, declaró a los
periodistas que su pedófilo "es una persona de la que no hemos tenido
experiencia previa. Pienso que es listo [...] y que tiene cierto sentido
moral". Esto último queda patente: a pesar de que viola a una de sus
pequeñas víctimas con una cuchara, la apuñala sesenta y cuatro veces, la
decapita, humedece sus labios en su sangre y la besa repetidamente, y continúa
teniendo relaciones sexuales con el cuerpo muerto, no está dispuesto en ningún
caso y bajo ningún concepto a utilizar un tenedor en vez de una cuchara. De
verdad, nada de tenedores, lo pone en el libro tal cual. Al fin y al cabo, es
necesario tener algún tipo de normas. El Boston Book Review recogió en su
crítica que El final de Alicia "estaba llena de ideas seductoras", el
Chicago Sun Times publicó que contenía una "prosa muy sugerente" y Gregory
Crewdson añadió en Bomb que, en realidad, "en su núcleo se trata de una
historia romántica, incluso de carácter moral". Sólo Cathleen Medwick
expresaba algunas dudas. Durante una entrevista le preguntó a la autora
"¿Qué efectos puede tener una novela escrita desde la perspectiva de un
pedófilo sobre nuestra percepción de los niños que han sufrido abusos
sexuales?" La novelista respondió después de reflexionar: "Pienso que
a las niñas les gusta disponer de un poder así".
(Corrijo el autor y el novelista por sus respectivos femeninos, ya que al parecer el traductor no se dio cuenta de que A. M. Homes es mujer.)
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