18 diciembre 2013

Advenimientos


En Advenimientos domina la postura reaccionaria que se observa también en Los cuadernos de Rembrandt, y yo diría que más acentuada. Aquí Jiménez Lozano se preocupa menos de afilar los dardos. Dardos dirigidos contra todos los tipos de personajillos que nuestra época ha producido, siempre sin citar nombres, delicadeza que esta sí se permite el autor. Abunda la cita, así que esta obra puede considerarse tanto un diario como un florilegio, una antología de lo que debe ser y de lo que no. Entre esto último, por ejemplo, tenemos el famoso artículo en que Juan Benet se cubrió y no de gloria al decir que los campos de concentración tenían su razón de ser si servían para dar lo suyo a personas como Solzhenitsin. Ser un escritor de moda (y no a lo Vizcaíno Casas, claro) autorizaba para desahogarse de ese modo, al parecer. No creo que la intelectualidad necesite un silencio político de mil años, como dice don José, pero unos doscientos no vendrían mal.

Y vuelve a destacar aquí también la faceta paisajística, que arranca a los atardeceres de Castilla matices exquisitos. Atardeceres que vuelven a estar habitados por santa Teresa y san Juan de la Cruz, gente que sólo rompía el silencio cuando lo que decían era más valioso que él, y por eso merece la pena volver a ellos con frecuencia.

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