24 octubre 2008

Su vida


No es una biografía tal como habitualmente se entiende. Estamos más bien ante una autobiografía interior, por así decirlo. Santa Teresa nos refiere más sus experiencias de oración y sus altibajos espirituales que anécdotas sobre su peripecia vital por este mundo. Y si uno está convencido de que su propia santidad no pasa necesariamente por las visiones y los éxtasis, este libro no le disuadirá de lograrla. En realidad, lo que más subyuga de Santa Teresa no son estos fenómenos extraordinarios, que ella contaba casi con vergüenza y restándoles importancia, sino el realismo de su espiritualidad, en lo cual fue una avanzada de nuestro tiempo, y la atractiva familiaridad con Dios: "dame sólo paciencia", le decía, indicando que estaba conforme con todo lo que quisiera enviarle, pero que se conocía lo suficiente para saber que su carne de barro podía protestar. "Dame, Señor, lo que me pides y pídeme lo que quieras", decía el discreto San Agustín con una lógica divina que no podía menos de enamorar a nuestra autora, y ella lo tuvo presente toda su vida. Lúcida como pocas, deseaba que todos aquellos que tuvieran encomendada la cura de almas fueran además letrados, esto es, doctos: "de devociones a bobas nos libre Dios". Este realismo en la vida espiritual la convirtió en maestra de santos, a lo largo de los tiempos. Y si no hubiera sido por esta lucidez, que le proporcionó la admiración de personas de muy diversas creencias, quizá nos hubiera costado más trabajo creerla cuendo cuenta las mercedes de Dios. Su reticencia ante todo lo extraordinario es su mejor aval.

Nota redactada en enero del 2001