El protagonista es un personaje, como todos lo suyos,
sensitivo y meditabundo, aunque mejor dicho es el autor el que siente y medita
por él. En esta ocasión sus sensaciones y sus meditaciones van hacia Santa Teresa, sobre quien el Femina Club le ha encargado un curso, y
hacia Andrea, a quien reencuentra en Biarritz, un antiguo amor quizá. La
acción, ejem, transcurre entre esta ciudad, Ávila y la aldea cercana a San
Sebastián donde vive Félix. Lo de inactual
imagino que alude a su afición por ciertas damas francesas del tiempo
revolucionario.
Siempre vuelvo a picar en Azorín, aunque a estas alturas ya sé que no voy a encontrar nada
nuevo. Pero da tranquilidad. Una tranquilidad algo triste, eso sí.
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