Todo aquel que ha vivido en África tiene que escribir sus
memorias, obligatoriamente. No tengo el menor inconveniente en reconocer que es
algo que marca, así como en decir que sería el último continente que elegiría
como residencia. Bichos, calor, escasez de todo, uf. El africano es el propio
autor, JMG Le Clézio, o su padre, que trabajaba en Nigeria como médico. Y si
coges este libro a ratos y te dices que ya que lo has empezado lo vas a
terminar porque tampoco es tan gordo, pues te puedes anotar un Le Clézio en tu
curriculum, que es premio Nobel y viste mucho. En mi caso es el tercero, y
desde luego no supera a Desierto ni tiene el atractivo de lo raro como El atestado. Sin embargo, la semblanza del padre es sobrecogedora y un ejemplo de
lo que una guerra y unas condiciones duras de vida pueden hacer en el carácter
de un hombre. Y se agradece que todo, los termiteros, los muebles de ébano, las
murallas de adobe, las mariposas nocturnas, la sabana, "el estallido de la
tierra roja", "todo ese calor, ese ardor, ese estremecimiento",
esté reflejado con la vibración de lo vivido y sentido, y no con la neutralidad de
una guía de viajes.
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