22 abril 2016

Caciques


La película Barbary Coast (Howard Hawks y William Wyler, 1933) nos muestra un San Francisco primitivo, embrionario, con calles en las que puede hundirse uno en el barro y una perenne niebla que hace más inhóspito el paraje. Un cacique encarnado por Edward G. Robinson impone allí un régimen de terror que no notan quienes se limitan a buscar oro y gastarlo en la ruleta, fraudulenta por supuesto. Sí lo notará el primero que se atreva a fundar un periódico.

No puedo evitar ver en este cacique el antecedente remoto del lobby gay, dueño hoy de San Francisco. En la película, la ciudadanía reacciona y el periódico se atreve por fin a lanzar noticias en libertad, aunque le cueste sangre. Es una de tantas producciones que muestran cómo la sociedad norteamericana conquistó sus libertades. La figura de Robinson, en medio de su prepotencia, resulta ridícula, con su vestuario floreado y su pendientito. Hoy la historia de los Estados Unidos parece desandar su camino, cuando los periódicos vuelven a lucir un bozal impuesto por tipejos ridículos con el poder de dar muerte civil a quienes osen contrariarles. No carecen de esbirros, algunos, como en la película, con toga y todo.