La segunda novela de Bernanos que me atrevo a leer
tiene una estructura más compleja que la otra, el Diario de un cura rural.
Aquí damos saltos temporales de una parte a otra, y no solo temporales, puesto
que cambiamos de protagonista. El Prólogo es en realidad una primera
parte y nos presenta a la pecadora, a la hija pródiga, esa Mouchette
casi niña y con una lucidez tremenda que escoge el mal con plena conciencia.
Pero, como en la parábola, el hijo pródigo no es más que el protagonista
aparente. Las otras dos partes están ocupadas no ya por el padre
misericordioso, sino por el Cristo que hace que la misericordia pueda hacerse
efectiva. Cristo, en este caso, representado por el santo, que expía a través
de sus sufrimientos entre los que se cuenta la tentación de la desesperación,
título de la segunda parte. Junto a lo abismal de estos personajes palidece la
caricatura del burlón agnóstico que se cuela en la tercera parte, pero Bernanos
parecía sentir la necesidad de mostrar esa pequeñez como contrapunto de su
héroe/santo. No falta tampoco la figura del cura viejo y de vuelta de todas las
debilidades humanas, figura complementaria quizá (y consejero inestimable) del atormentado
asceta.
Por supuesto, la hondura del discurso narrativo es tremenda,
como lo es en el Diario, y de ahí lo del atrevimiento que decía al
principio. Sin duda es una novela que requiere más de una lectura. Quién
tuviera cinco vidas más, al menos.
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