El verbo leer es transitivo. La beatería de la
lectura sin embargo, lo ha convertido en intransitivo: para estos beatos
(políticos, pedagogos y en general cualquiera que quiera darse pote), más
teóricos que practicantes, lo que importa es leer, así, a secas. Uno de sus
lemas implícitos es: "mejor leer basura que no leer nada".
Por eso me agradan las palabras del Papa, tan a
contracorriente de semejante esnobismo: "En la época de la imagen hay que
hacer lo que se hacía en la época de los libros: elegir lo que me hace bien...
Cuando un libro era bueno, lo leías; cuando un libro te hacía daño, lo
tirabas”. Así, sin más: nada de revenderlo ni de dejarlo en el banco del
parque. Lo tirabas. Se entiende que Francisco habla irónicamente
de los libros en pasado, como si ya no existieran, pero que el consejo es
válido para hoy mismo.
...
Ahora bien, el que decida si leerlo o tirarlo he de ser yo.
Por contraste, abro El expediente 113, de Émile Gaboriau, y me
encuentro con esta advertencia:
Émile Gaboriau, siguiendo la moda que imperaba cuando
escribía sus novelas, introducía episodios y personajes accesorios que no
tenían ninguna importancia para la trama policial de sus novelas. Siguiendo la
tradición de los editores modernos de Gaboriau, nos hemos tomado la libertad de
dejar al desnudo la intriga central y la sobriedad que indudablemente estaba al
centro [sic] de la concepción original del autor y que seguramente
habría mantenido de no mediar las exigencias del público y de los periódicos
para los que entonces trabajaba, viéndose obligado a introducir digresiones
interminables coincidiendo con el gusto de los folletines de la época.
Vaya. Ahora resulta que son los editores los que deciden lo
que me ha de parecer o no interesante. ¿Y qué pasa si quiero conocer la novela
tal como salió de las manos del autor? ¿Y si algunas de esas digresiones no me
parecieran tan deleznables? Esto se llamaría estafa si el libro me hubiese
costado algo. A punto estuve de no empezarlo, pero si es cierto que "los
editores modernos" hacen todos lo mismo... En fin, ahora puedo decir que
conozco la trama central de El expediente 113, gracias al epítome de la
Editorial Bruguera.
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