Lo de Grabación original tenía su gracia, porque era
una época en que los bares y las gasolineras estaban llenos de cintas que
imitaban los éxitos del momento con carátulas muy semejantes a las originales e
interpretaciones de aficionados, que hacían picar a los primos. Así que esas
firmas modestas que se dedicaban a recopilar canciones de El Fary o de
los Indios Tabajaras para venderlas a cuarenta duros empezaron a colocar
el rótulo de marras, como si no estuviera claro que sacar éxitos del Fary
o de los Indios Tabajaras (o de los Pekenikes) no requería
grandes inversiones.
Grandes éxitos de los Pekenikes no fueron estos, me
temo, pero eran todos muy buenos, si bien menos comerciales que Arena
caliente o Lady Pepa: estamos hablando de músicos de innegable
talento. Lo más conocido es la versión de Palomitas de maíz, y ahora
también quizá La marcha del saltamontes, porque a más de uno le
recordará un programa de radio de Gomaespuma que la utilizaba como
sintonía. Pero hay piezas muy cercanas al rock sinfónico o progresivo de los 70
como Soldaditos de plomo o El valor de seis peniques. Otras son
más melódicas, al estilo Pekenikes de toda la vida, como Paraíso para un águila o Puente de metal. Y está la única pieza vocal, Valle de cristal, que demuestra que Pink Floyd ya habían pasado por los
escenarios.
La cinta la editaba el meritorio sello Doblón y venía
ilustrada con unos Pekenikes, no diré crepusculares, pero sí más 70 que
60, como muestra su aspecto y esa actitud como de liar el canutillo de uno de
ellos.
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