Una más de Carlos Pujol. De tan agradable lectura
como las demás, claro. Está presente ese escepticismo ante las cosas que los
hombres sacralizan, ese humor británico de tan sutil, esa parodia de los
tópicos policíacos, esos personajes apenas esbozados de los que uno diría que
lo más interesante es lo que no se muestra. Aquí se nos insinúa una trama de
espionaje en la inmediata posguerra española, con ingleses y alemanes
utilizando a España como una pieza importante de su partida de ajedrez. Hay un
señor maduro que vuelve a España, desde Inglaterra, para volver a ver a su
hijo, y al que quieren reclutar como espía. El hijo es un poeta falangista que
ha conseguido situarse en el régimen. La madre es una descocada que se ha
largado con un british. Hay algo de melancolía y de tributo al amor
paternofilial por encima de las circunstancias, que proporciona un final si no
feliz al menos satisfactorio desde un punto de vista humano. Pujol no es un
ingenuo, pero tampoco un nihilista.
Raros serán los libros en que el dramatis personae
sea lo mejor. Este es uno de ellos. La nómina final de personajes incluye hasta
a los personajes históricos citados y con sus definiciones se pueden pasar unos
cinco minutos deliciosos.
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