23 mayo 2025

La señora March

“Patricia Highsmith española”, dicen. No está mal traído. Creo que la diferencia, entre otras cosas, un aire más burlón. Algunas de las cosas que le pasan a la señora March no nos las habría contado así la de Texas, siempre tan sombría ella. Tampoco deja de haber un toque socarrón en ese llamar siempre “la señora March” a la protagonista (hasta casi “borrarle el nombre”, como dicen algunos), incluso cuando narra escenas de la infancia, cuando otros habrían echado mano del nombre de pila (que, por cierto, no conocemos hasta el final: una filigrana más).

La tercera persona narrativa se ciñe al punto de vista de ella: con sus ojos vemos cucarachas, vecinas sangrantes y cuadros con figuras cambiantes, y con nuestros propios ojos vemos que estamos ante una mujer desequilibrada, sin que nos lo cuenten otros personajes, que seguramente lo intuían. Su paranoia, o como se llame técnicamente, la lleva de acongojarse por el pensamiento de que su marido (novelista) se ha inspirado en ella para un personaje desagradable hasta la obsesión por creerle un asesino. El final es hasta cierto punto previsible pero el interés no decae, aunque quizá no haya para tanto como dicen los de la solapa.

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