25 mayo 2025

El cuento del Grial

Perceval sale de casa de su madre con la ambición de llegar a ser un caballero, a ser posible uno más de la corte de Arturo. Lo consigue en poco tiempo, pues se revela como un guerrero extraordinario, capaz de tumbar a los más prestigiosos del oficio. Como en otras producciones de este tipo, el relato avanza por adición de aventuras, siendo la más famosa la estancia en el castillo del Rey Pescador, donde contempla el paso de una comitiva que lleva unos misteriosos objetos: una lanza de la que sale siempre sin consumirse una gota de sangre, un grial (al parecer una fuente o bandeja, en esta primera salida de tal recipiente) y otro que ahora no recuerdo, tal vez un plato. Como sabemos después, mucho habría cambiado la historia si Perceval se hubiera atrevido a preguntar por la finalidad de esa procesión. Siguen nuevas aventuras, pero, en esta versión inconclusa que hemos recibido, el protagonismo pasa en seguida a Gauvain, sobrino del rey Arturo, que se enfrenta a caballeros con malas pulgas y a doncellas traidoras.

Si hacemos caso a los expertos, esos relatos artúricos encierran un gran simbolismo. Lo cierto es que, si prescindimos de eso, se trata de productos bastante anodinos, a no ser que uno tenga imaginación para representarse “los pendones y estandartes y banderas, los castillos impugnables, los muros y los baluartes”, que decía Jorge Manrique. Y peor aún si leemos, como es el caso, una traducción en prosa: es como si te cuentan una película en vez de verla.

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