29 junio 2022

Una mujer llega al pueblo

El dedo que señala y el juicio que hacemos de los demás son a menudo un signo de nuestra incapacidad para aceptar nuestra propia debilidad, nuestra propia fragilidad.

Esto que dice el papa Francisco lo puso en forma de novela Mercedes Salisachs en esta Una mujer llega al pueblo. De hecho sería un lema aún más certero que el de Kafka que puso ella*. En efecto, la mujer que “llega al pueblo”, Eulalia, es objeto de los más atroces desprecios por parte de sus convecinos por el hecho de llegar embarazada y soltera. Bueno, ya se fue así, pero el hecho de que vuelva es interpretado como un atrevimiento intolerable. Y esta falta de caridad, que llega al extremo de negarle un techo, parece desatar lo peor de cada uno de los paisanos, de modo que asistimos a un crescendo de violencias, de pasiones más o menos reprimidas hasta entonces. Ninguno de los vecinos de Eulalia podría tirar la primera piedra, ni la segunda ni la tercera. Como glosa el anónimo autor de donde saqué la cita papal: “Detrás de un juicio demasiado severo con los demás, no es raro encontrarnos con errores personales no descubiertos del todo”.

Salisachs contrapuntea los hechos subsiguientes a la llegada de Eulalia con el pasado de esta, desde su infancia desgraciada hasta el “desliz” fatal, con el fin de hacernos conocer el origen, no solo del drama de la protagonista, sino de los conflictos que vemos estallar en el presente. Conflictos que se muestran con una crudeza naturalista al tiempo que con toques de humor, mezcla que no sé si me acaba de convencer pero que no quita a la narración un ápice de interés.

Me causó cierto mosqueo, al principio de la lectura, el comprobar que el tema era (¡una vez más!) el puritanismo, tema tan grato al enemigo. Pero frases como esta del cura mosén Roque, definiendo a estas víboras bienpensantes, compensan ampliamente:

Había seres que no solo lucían su fe como un motivo de orgullo, sino que la inutilizaban para enseñarla como un objeto de lujo.

El propio mosén Roque ofrecerá también, al final de la novela, la clave del asunto:

Habéis querido buscar el mal en todo y no os dais cuenta de que buscándolo lo habéis creado…

En fin, bien está lo que bien acaba, o, mejor dicho, lo que bien se explica, ya que, una vez más, Mercedes Salisachs no hace concesiones al final feliz; si acaso, al final ejemplar.

 

*El pecho que respira tranquilamente desconoce todo temor. Desconoce la diferencia entre el crimen consumado y el crimen planeado.

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