11 febrero 2021

La mujer de otro

“Soy tu amor, pero no soy tu paz”

Una de las cosas que para mí dan la talla de un novelista es que sepa plasmar la diferencia entre la psique femenina y la masculina, sobre todo en cuestiones amorosas. En trance de adulterio, la mujer hace una opción; el hombre cede a un gustazo. Por lo menos antes de Paquita la del Barrio y Almudena Grandes. Andrés puede poner todos los pretextos de religión y de moral que quiera, pero su distanciamiento con respecto a Ana María se debe a que esta se le suben los humos y de algún modo él pierde el control sobre ella; así no tiene gracia. Cuando se le echa en brazos llorando, pasan los escrúpulos a segundo plano.

En dicho trance, la mujer se entrega; el hombre se posesiona. Por eso Ana María, que no entiende “que pueda haber pecado donde hay amor”, renuncia a Andrés justamente porque ese amor incluye la felicidad del amado, que ella no le puede proporcionar. Ese acto de renuncia acaba al fin con esa tristeza “que ha sido el acompañante más frecuente en nuestra relación”.

Cada novela que leo de Torcuato Luca de Tena me parece la mejor de las suyas. Urde tramas dickensianas, con ramificaciones que tienen su interés por sí solas pero que acaban convergiendo en el desenlace sin que se note el artificio. Es cierto que todo acaba demasiado bien, pero eso ocurre también en las películas de Frank Capra, y nadie les regatea su calidad. Símil imperfecto, por cierto, porque aquí no hay nada de ternurismo; al contrario, hay momentos de dureza extrema, que nuestro autor maneja con la habilidad que se requiere para no hacer concesiones al morbo.

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