09 mayo 2020

La sustancia del mal


Creo que los cineastas llaman macguffin a un episodio inicial que parece que va a convertirse en eje de la trama pero no: su función es secundaria y sirve para dar paso a la acción principal. Según eso, sería un macguffin el drama con que arranca esta novela, en que el protagonista ve morir a sus compañeros de expedición en una acción de rescate en la montaña. Él, documentalista de televisión, había querido acompañarles y por mi culpa y tal.

El caso es que en el pueblo tirolés donde vive su suegro, y donde él espera recuperarse de la terrible neura que le aflige desde entonces, sucedió hace años un horrible asesinato múltiple. Salinger (que así se llama) se obsesiona con el caso, y aunque mil veces quiere dejarlo otras mil vuelve a ello, llegando a concitar la enemiga de los del pueblo y a hacer casi naufragar su matrimonio, cosa que no sucede, dicho sea por lo raro del asunto.

Hay comedias de Jardiel Poncela donde, cuando parece que todo se ha descubierto, viene otra vuelta de tuerca y lo que parecía no era, y así varias veces. Algo parecido sucede aquí, y no sé si decir que eso mejora la trama o no. El caso es que Luca d´Andrea consigue mantener la expectación, adornando su relato con terrores clásicos y terrores psicológicos. Llamo terrores clásicos a la presencia de seres horráibols, que diría Forges, que nunca sabes si serán o no reales, y al paisaje nocturno y nebuloso, todo lo cual confiere a la novela un carácter híbrido entre relato de terror y ficción policíaca. Muy eficaz, ciertamente.
__