Leo J. Trese, Vasija de barro:
Aunque la familia Marks venga a las siete y media tendré
tiempo de sobra para contestar una o dos cartas del montón de correspondencia
descuidada. Los Marks nunca son puntuales; hay que tener en cuenta que son
seis. Quieren entrar en la Iglesia católica todos juntos, en corporación,
incluso la pequeña Doreen, de cuatro años, y el bebé, que tan pacíficamente duerme
durante mis explicaciones del Credo.
Fue una feliz ocurrencia la que me animó a visitarles, hace
tres meses. Philip, el padre, había venido a la puerta de la cocina a pedir por
favor se le dejara telefonear al médico. Su esposa estaba enferma. El ama (el
FBI de toda casa rectoral) comprendió, por su conversación, que no tenía
trabajo y estaba mal de cuartos. Lo refirió en la cena, y cuando al día
siguiente pasaba yo por la casa de Marks, entré a ofrecerme por si podía
ayudarles en algo. Al no ser católicos se encontraban algo apurados ante la
presencia del sacerdote. Pero al final todos salieron a despedirme hasta la
puerta, después de haberme asegurado correctamente que ya ellos se apañarían.
Un mes más tarde, Sarah, una hija de trece años, vino a
decirme que no estaba bautizada, que había dicho su madre que debería estarlo,
y que si yo la bautizara... Le hice ver que la cosa no era tan sencilla: tendrían
que dar sus padres el consentimiento y ella tendría que aprender el
catecismo... Total, que dentro de seis semanas los Marks se reunirán alrededor de
la pila bautismal para hacerse miembros del Cuerpo Místico de Cristo.