09 mayo 2016

Mortificación


Esa regulación voluntaria del propio confort no es nada comparada con el esfuerzo de un operador de televisión que lleva su instrumento de trabajo al hombro, o con el de un oyente obligado a escuchar a alguien pronunciar una conferencia mientras lucha contra el sueño, ni a quedarse encajonado durante una interminable comida entre dos interlocutores particularmente sosos, ni tampoco con las innegables [sic ¿por inacabables?] sesiones de gimnasio de los deportistas para mantenerse en forma en sus competiciones.