09 febrero 2016

"Como siempre, la Iglesia ha necesitado la oposición de otros para llegar a decirse a sí misma su propio misterio"



Interesante conclusión de Marie-Joseph Le Guillou (El rostro del Resucitado) comparando la cuestión de la libertad religiosa, planteada por el Concilio Vaticano II, y la situación del siglo IV, cuando la iglesia hubo de "reconocer las exigencias racionales de la fe y descubrir un lenguaje nuevo, revelado en sus significados y racional en sus expresiones". El liberalismo decimonónico habría hecho, así, el papel de los herejes de aquel momento primitivo.

Por supuesto, tanto lo de ha necesitado como lo de siempre han de tomarse como ejemplo de esa exageración a que el lenguaje humano tiende de suyo. Pero este fenómeno muestra también cómo Dios continúa, a través de su Iglesia, con esa admirable virtud de sacar bien del mal.