Con esta comedia de Plauto me ocurre lo que ya apunté
hace tiempo con Medea: es como ver las figuras de las ánforas griegas,
que tienen su interés como manifestación primitiva de la pintura, pero no
causan la menor admiración (a mí, profano, quiero decir). Aquí tenemos al amigo
Plauto burlándose de sus dioses, convertidos en cómicos de enredo:
aprovechando sus superpoderes, se travisten de hombres corrientes para
lograr favores venéreos, en este caso de la mujer de Anfitrión, que cree
encontrar a su marido en Júpiter. Por supuesto, llega el verdadero Anfitrión y
ya tenemos el enredo montado, que complica Mercurio travistiéndose del criado
Sosia. Todo a mi parecer bastante convencional y que me hace añorar a Mihura y Jardiel. Pero será que me falta sentido histórico.
Lo más interesante es pensar en el itinerario semántico del
nombre anfitrión, que ha dejado en el camino su connotación de cornudo
para quedarse en "aquel que invita a otro a su casa" (!) y en el
origen de la palabra sosias, que se refiere a una persona exactamente
igual a otra y que sin duda arranca del personaje al que suplanta Mercurio.
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