24 julio 2015

Hostilidad


Que un político socialista deje de acudir a Misa debería parecerme bastante normal. Que proclame a los cuatro vientos que va a dejar de acudir a una ceremonia religiosa en la que es tradicional la presencia de las autoridades civiles, con la endeble excusa de no mezclar lo político con lo religioso, es un desaire y una declaración de hostilidad a una parte de aquellos a quienes representa. Lo de menos es que se trate de un acto confesional. Nadie piensa que el político esté allí por una fe religiosa que puede o no albergar. Está en representación de una comunidad para un sector de la cual aquella ceremonia significa algo importante. Podemos ponernos dignos y decir que nos honra con su ausencia, pero la realidad es que con esa ausencia ha comenzado a perder legitimidad.


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