19 marzo 2012

Un extraño en mi tumba


No sé si Margaret Millar es una virtuosa, como dice la típica cita de portada extraída del New York Times, pero al menos sabe contar una historia y mantener una intriga. Es cierto que los primeros capítulos fatigan un poco con lo que parece un personaje visionario y cargante, pero, sin que apenas lo advirtamos, la trama se va animando hasta conseguir cautivarnos. No le importa a Millar romper las reglas del relato policíaco clásico, de modo que la trama no avanza a base de las deducciones del detective sino que más bien la voz narrativa nos va trasladando a los puntos clave, sin seguir a un solo personaje, dándonos la oportunidad a nosotros de ir atando cabos por nuestra cuenta. En realidad, este Stevens Pinata (se llama así) es más interesante como tipo humano que como detective.

¿Existe una manera femenina de hacer novela negra? Lo digo porque esta se parece más a las producciones de Patricia Highsmith que a las de Raymond Chandler o las del propio marido de la autora, Ross Macdonald. Se parece, sobre todo, por la importancia del factor psicológico. Lo que empieza pareciendo un exceso de fantasía (la protagonista sueña con su propia tumba, donde se halla enterrada desde hace cinco años, resultando luego que esa tumba existe y la ocupa un tipo que murió en esa fecha exacta) se desarrolla como un convincente complot que juega con los sentimientos de una persona de modo tanto más cruel cuanto que se ampara bajo pretexto de amor. Por cierto: no miren la última página.

__