25 noviembre 2010

Cuentos perversos


Cuentos perversos es una obra de literatura naïf, de esas que aborrezco, pero tiene siempre el gracejo particular de Javier Tomeo. Hay mucho realismo mágico, también. Parece que no logramos desprendernos de él.

Se trata de una extensa colección de relatos breves (una media de tres páginas cada uno) con más de absurdo que de perverso, a no ser que consideremos el absurdo como perverso, que es lo que parece deducirse de aquí. De todos modos, no hay sensación de agobio kafkiano, no hay patetismo. La criatura humana y su desvalimiento son aquí solo risibles, si son algo.

Es un mundo poblado de fantasmas, que recuerda a veces al poema "Insectos", de Dámaso Alonso, pero con humor en lugar de angustia. A este respecto recuerdo la pieza en que un tipo llega a una ciudad llena de sanguijuelas gigantes, con las que los ciudadanos se han acostumbrado a convivir. La solución de un artista de entreguerras habría sido que los bichos acaban por matar al hombre; pero en Tomeo el hombre se marcha como ha venido, molesto por lo incómodo de la situación, pero nada más. Esto dice mucho del cambio de mentalidad operado en nosotros: si hay fantasmas, se procuran rehuir, y ya está.

Hay otras piezas que se acercan más al humor de Mihura, Neville y demás. Por ejemplo, aquel en que dos niñas le espetan a su abuelo: "cuéntanos un cuento de princesas subnormales". El arranque ya es genial y en su brevedad está también su eficacia.

Nota redactada en abril del 2002


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