05 noviembre 2010

El alma

Es una de las facultades singulares e intransferibles de la religión cristiana, poder guiar y consolar a quienquiera, en cualquier coyuntura, cualesquiera que sean los términos en que se acuda a ella. Si para lo pasado hay remedio, esta lo prescribe, lo suministra, da luz y fortaleza para ponerlo en obra, cueste lo que cueste; si no lo hay, procura el modo de hacer real y efectivamente, como dice el proverbio, de necesidad virtud. Enseña a proseguir voluntariamente lo que se ha emprendido por ligereza; inclina el ánimo a abrazar con buena disposición lo que se ha impuesto con la violencia, y da a una elección que fue temeraria, pero que es irrevocable, toda la santidad, toda la sabiduría, digámoslo francamente, todos los goces de la vocación. Es un camino tal que, fuera cual fuese el laberinto, el precipicio, desde los que el hombre llega hasta él, y en él da un paso, puede, a partir de entonces, caminar con seguridad y de buena gana, y llegar felizmente a un lugar feliz. Por este medio, Gertrude habría podido ser una monja sana y dichosa, sin importar cómo había llegado a serlo. Pero la infeliz se debatía en cambio bajo el yugo, y así sentía con más fuerza su peso y sus sacudidas. Una nostalgia incesante de la libertad perdida, el aborrecimiento de su estado presente, un vagar fatigoso tras deseos que nunca serían satisfechos, tales eran las principales ocupaciones de su ánimo. Rumiaba aquel amargo pasado, reconstruía en su memoria todas las circunstancias por las que se encontraba allí, y deshacía mil veces inútilmente con el pensamiento lo que había hecho con las obras; se acusaba a sí misma de cortedad, y a otros de tiranía y perfidia; y se reconcomía. Idolatraba y a la vez lloraba su belleza, deploraba una juventud destinada a consumirse en un lento martirio, y envidiaba, en ciertos momentos, a cualquier mujer, de cualquier condición, con cualquier conciencia, que pudiese libremente disfrutar en el mundo de aquellos dones.

Alessandro Manzoni, Los novios, capítulo X

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