Ahora podemos comprender
de modo preciso qué es el erotismo. Consiste en desgajar el primer elemento, la
sexualidad, para obtener una gratificación pasajera y prescindir de los otros
tres [amistad, proyección comunitaria, relevancia]. Ese desgajamiento puramente pasional destruye el amor de raíz, lo
priva de su sentido pleno y su identidad. Por eso es violento, aunque parezca
cordial y tierno. Pongo en juego la sexualidad a solas porque me interesa para
mis propios fines, y prescindo de la amistad. En realidad, no amo a la otra
persona; deseo el halago que me producen algunas de sus cualidades. Dejo,
asimismo, de lado la expansión comunitaria del amor. No presto atención a la
vida de familia que está llamado el amor a promover. Me recluyo en la soledad
de mis ganancias inmediatas. Por eso reduzco la otra persona a mera fuente de
gratificaciones para mí. Esa reducción desconsiderada es violenta y sádica. Puedo
jurar amor eterno a esa persona, pero serán palabras vanas, pues lo que
entiendo aquí por amor no es sino interés por saciar mi avidez erótica.
En Alfonso López Quintás, La palabra manipulada, primera parte, capítulo 1.

