Digo habas por lo de que en todas partes cuecen y por lo que hemos tenido que soportar los católicos a propósito del famoso Índice de libros prohibidos.
Augusto Comte redactó
una lista de cien títulos, los únicos que los positivistas ortodoxos podían
consultar con cierta utilidad, ya que el “korán” [sic] positivista lo decía todo.
(En Vintila Horia,
Los derechos humanos y la novela del siglo
XX, capítulo 2, 9)