Iván Vélez pasa revista a las iniciativas culturales que surgieron en los años de Franco como base de una oposición política no comunista al régimen: Congreso para la libertad de la Cultura, encuentros de Sociología, revistas como Cuadernos para el diálogo y otras más efímeras… Como sucedió con Willi Münzenberg en el área comunista y a nivel internacional, allí hubo un patrón que fue el poeta francés Pierre Emmanuel (al que yo no conocía de nada), que pilotaba el asunto a través, sobre todo, del dramaturgo español Pablo Martí Zaro (que me resulta igualmente desconocido). En el tinglado colaboraban tipos como Dionisio Ridruejo (la tía Juana de aquellas bodas), Julián Marías, José Antonio Muñoz Rojas, José María Valverde, Tierno Galván, Aranguren… Como se ve, gente ilustre que después tiraría por caminos diversos.
Todo ello acabó confluyendo en la famosa Plataforma
democrática, que a su vez se fundió con la Junta de Carrillo y sus compañeros de viaje para desembocar en la sopa de
letras de la Transición hacia esto,
como decían en El Alcázar sin saber
lo que aún restaba. Lo de la CIA, que aparece muy poco en el libro, por cierto,
es porque, en efecto, la inteligencia
norteamericana metió dólares en el asunto, lo que ofendió el pudor de muchos de
estos hombres cuando lo desveló el New
York Times.
Lo de federalismo del subtítulo obedece al prestigio que
esta idea tenía entre esta gente, hasta tal punto que expresaban sus simpatías
por los nacionalismos periféricos con una radicalidad que hoy nos parecería también, a
la mayoría, impúdica.
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