Celebro cada título que aparece contra el disparate
educativo como un nuevo latido que atestigua que Europa no está muerta del
todo. Celebro también que este François-Xavier
Bellamy sea un tipo joven al que aún
le quedan muchas cosas que decir. Este intenso volumen de 170 páginas se
compone de dos partes, la primera de las cuales se dedica a las “tres
sacudidas” que han provocado el actual seísmo en la educación, tres sacudidas
llamadas Descartes, Rousseau y Bourdieu. En la segunda aboga por “refundar la transmisión”, se
entiende de conocimientos, dando la vuelta al delirante postulado educativo que
se funda justamente en rechazar los contenidos para centrarse en el “enseñar a
aprender” y otras lindezas.
Nuestra sociedad es
contradictoria cuando denuncia la transmisión [de conocimientos] al mismo tiempo que se inquieta al ver
resurgir la barbarie, Frente al resultado de su propia deconstrucción está tan
sorprendida como lo estuvo todo el París rousseauniano al descubrir al pequeño
Víctor [el niño salvaje]. Como los
curiosos, decepcionados frente al niño del Aveyron, a menudo miramos con
amargura y cólera los defectos demasiado visibles de las generaciones presentes
y buscamos un vicio al que atribuir la violencia que vemos por doquier. Pero,
¿qué podíamos esperar? ¿Pensábamos que desacreditar a todas las autoridades nos
conduciría a la libertad o que el olvido de nuestra historia haría de nuestros
niños unos hombres nuevos? ¿Pensábamos que quitarles el lastre de la cultura
los volvería más naturales? Hemos deconstruido la transmisión pero sin
compartir la lúcida coherencia de Rousseau. El pedagogo del Emilio sabía en qué se convertiría su alumno una
vez privado de la cultura: “un salvaje hecho para habitar en las ciudades”.
Barcelona, otoño del 19.
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