Hay que hacer científica la
revolución... La GPU tiene agentes especializados. Solo se entra en
las casas y se detiene de noche, para evitar reacciones y ayudas
posibles, y no se hace pública jamás su actuación. Se recoge, y no
se devuelve nunca, todo papel que se encuentra en casa del detenido,
y esos papeles se estudian en un laboratorio centralizado. Se vigila
ocultamente a la familia. El comisario suprime la vida del
reaccionario, pero aspira a extraer de el, antes de suprimirle,
cuanto pueda ser útil para la obra de la revolución. En un pequeño
calabozo queda incomunicado, bajo inspección incesante por el
ventanillo. Después de varias horas se lleva al sospechoso a
declarar ante el juez, que no le hace caso, durante largo tiempo.
Cuando el sospechoso, deprimido física y moralmente, está maduro,
el juez le interroga: le acusa concretamente, le hace sabe que tiene
las pruebas de sus actividades contrarrevolucionarias, conspiración,
sabotaje, antecedentes y labor burguesa. También le señala que es
espía. No le deja contestar. Vuelven a encerrarlo en su minúsculo
calabozo. Por la noche se le lleva a diferente cárcel, y allí
medita, en otra celda peor, sin ventilación, sin luz y sin camastro.
A los dos días le despojan del traje, le cortan el pelo, le visten
de presidiario. Va a una sala con centenares de acusados, donde
agentes provocadores obtienen confidencias, fingiéndose reos.
Después de una alimentación de pan y agua vuelve a ser interrogado
por el mismo juez, en el mismo sitio. Han pasado cuatro semanas. Se
le aloja en el calabozo, pequeñito, como un armario, donde, por el
ventanillo, la mirada vigilante no se aparta de él, exacerbando la
tensión de su sistema nervioso. En el segundo interrogatorio el juez
le procesa por fascista, término que comprende todo lo que se quiere
que abarque, como hemos demostrado en nuestra revolución de España.
Diez o doce horas, con relevos de jueces, duran las preguntas
incesantes. Se le devuelve al calabazo. A los treinta minutos, otras
ocho o diez horas de preguntas y asedio por varios jueces que se
sustituyen y plantean el proceso desde puntos de vista diferentes,
para trastornar la defensa que hubiese preparado el detenido. También
se le ofrece la libertad y la protección del partido si proporciona
datos o nombres suficientemente interesantes. Así durante el tiempo
que sea necesario, y día y noche. Sólo cuando se da con un sujeto
de tenacidad y energía extraordinarias o que se precise que diga
rápidamente algo que se está seguro de que sabe, se emplean las
torturas materiales. Pero las torturas materiales no se necesitan
casi nunca, porque no son científicas.
Don Roque, en Checas de Madrid,
acción primera, capítulo XIII