Me cuentan que un alumno de escuela de Artes ha presentado
al examen una performance en vídeo en
la que aparece despersonalizado, esto es, en pelota viva, mientras profiere
blasfemias como la bestia del Apocalipsis (o de Daniel, que no me acuerdo),
aunque sin su empaque, claro. Le han dado un sobresaliente.
Sin duda conocía a su profesora (creo que era hembra). En
una de sus novelas, Gironella habla
de unos estudiantes de la inmediata posguerra que hacían exámenes patrióticos, esto es, firmando Arriba España para asegurar el aprobado. El procedimiento es
similar, aunque sin duda el odio crea una complicidad más estrecha que el
compartir unas ideas. Y allí la exhibición de los cueros tampoco habría
ayudado, por supuesto.
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Carlos Rodríguez
Braun suele escribir sobre economía, y hace bien, porque esa es su
especialidad. Sin embargo, resultó especialmente brillante en su comentario
sobre las cabalgatas laicas, señalando como un rasgo genuinamente totalitario
este de imponer desde arriba cómo debe pensar o sentir el pueblo, en contra de
sus tradiciones.
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Hace un año ya, cielos, de la matanza de Charlie Hebdo, y me entero por Ignacio Ruiz Quintano de que la revista
ha rememorado aquello sugiriendo que el culpable es Dios, es decir, la fe en
Dios: ilustra la portada una imagen inequívoca del Dios cristiano.
Es la manera más cobarde, en efecto, en que cabe reaccionar
a un ataque: señalando para otro lado: a esos, a esos es a los que hay que
quitar de en medio. Ayuda mucho el que el Islam prohíba las imágenes de Dios,
así se evitan dibujar a Alá y sacar boletos para una nueva masacre. Ruiz Quintano, menos críptico y más grave de lo habitual, merece la lectura.
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Termino El lobo de mar,
de Jack London. Acaba a la manera
hollywoodiana, que es el formato que había adoptado ya en el último tramo,
desde que aparece la mujer. El chico y la chica salvados del monstruo, en el
barco en que han pasado penalidades sin cuento, con un barco pacífico a la
vista. Y sin embargo es claramente una novela de ideas, a la que ha querido dar
una envoltura de acción, pero se le ha notado demasiado el artificio: es larga
y más bien anodina, y la aparición de la chica no lo arregla.
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Mi amigo Embajador me recomienda para el día de Reyes el coro de los pastores de La infancia de Cristo, de Berlioz. Escucho por la noche la
segunda parte de la obra, un Berlioz
sorprendentemente clásico. También sería bueno para estas fechas El Mesías de Haendel en sus primeras partes (For
into us a child is born, Omnes de
Saba venient…). Yendo más a lo mío, acabo de descubrir en Spotify un disco
de Tennessee Ernie Ford, acompañado
por una magnífica coral, que aunque por el título (The story of Christmas) parece ser un recorrido por las canciones
de Navidad de todo el mundo, hace predominar el repertorio clásico anglosajón.
En todo caso, unas voces de primera.
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