03 julio 2014

Las difíciles circunstancias


Cada vez que se muere una escritora en España es obligado utilizar ciertos adjetivos: tristes, difíciles, gris... en referencia a las circunstancias en que desarrollaron su labor, por ser mujeres y por haber lo que había. Acaba de suceder con Ana María Matute. Uno puede recibir la impresión de que los escritos de estas mujeres permanecieron en el cajón hasta que cumplieron los sesenta o que sólo vieron la luz en Francia o en Uruguay. Y, sin embargo, hablamos de la época en que Elisabeth Mulder, Luisa Forrellad, Concha Alós, Carmen Laforet, Carmen Kurtz, Elena Quiroga, Dolores Medio, Carmen Martín Gaite, Eulalia Galvarriato, Paulina Crusat, Mercedes Salisachs, Carmen Conde, Concha Zardoya, Gloria Fuertes o la propia Ana María Matute publicaban y eran reconocidas con los premios Planeta, Nadal y otros. Nunca hubo tanta producción literaria de autoría femenina como en aquella época, si exceptuamos la siguiente, claro.

De Ana María Matute conozco una novela bien escrita, La torre vigía, y una buena novela, Primera memoria. Hay una diferencia entre ambas cosas, sí, aunque Primera memoria también está estupendamente escrita. Si añado su cuento infantil Paulina, que tuve que leer para ver qué les estaba ofreciendo a los de 1º de la ESO, Matute se me revela como una escritora de gran sensibilidad que no pierde de vista la famosa circunstancia, es decir que se une al inmenso why que constituye toda literatura de posguerra, por utilizar el eslogan que se puso de moda cuando la guerra de Vietnam. Una sensibilidad y una compasión hacia el ser humano sufriente que compensa en cierto modo la ausencia de ideas, no digamos de respuestas.

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